domingo, 11 de marzo de 2012

Arañame la espalda, llévame a lo mas profundo de tu ser.

Y ella le pedía más, suplicándole que no parase en su movimiento de hacerla gozar con tanto ímpetu como le ponía en ese momento. La mordía, la arañaba, la agarraba del pelo. Y nada de eso era suficiente para que aquellos gemidos parasen. El espejo era testigo de aquella unión de dos personas, el olor a sexo estaba por toda la habitación, la ropa tirada por los suelos... Necesitaban olvidar y juntar sus sexos, intercambiarse fluidos, regalarse besos.. Sexo en la cama, sexo en el sofá, en la mesa, en el suelo. Cualquier sitio era bueno para practicarlo. A ella le encantaba cuando él le arrancaba la ropa, Él que se hiciera de rogar. Era una sincronización de aquellos cuerpos nunca hablada ni planeaba, Él sabia lo que tenia que hacer y ella como responder. La música de esa habitación eran los gemidos de placer. Esas caricias que se daban mientras él la penetraba hacían llevarla al cielo. No necesitaban preguntar si les gustaba, cada gesto era suficiente para saber que lo hacían muy bien. Los ojos o muy abiertos o cerrados, sonrisas picaras... Cuando ella le susurraba gemidos al oído hacia que él llegara al limite, era su señal de que no podía mas y que estaba a punto de llegar a lo mas alto del orgasmo. Continuara en otro momento y otro lugar....

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